Estamos marcadas
desde niñas por estereotipos
que nos impiden ser nosotras mismas. Nos enseñan a
jugar con muñecas, a usar siempre vestido, a lavar platos, y nos
condicionan a que la realización de la vida
de una mujer consiste en casarse, tener hijos cuidar de ellos y de la
casa, Crecí en un
hogar lleno de carencias,
criada por mis abuelos maternos, cuidábamos una quinta
en lago Coaepeque, trabajábamos toda
la familia para ganar un sueldo pequeño era pagado
a mi abuelo, sin embargo la libertad
la belleza del lugar compensaba
todas esas tristezas, de
una mala nutrición,
hacinamiento para dormir
etc. Caminaba tres kilómetros
para
ir a la escuela
y antes de irme a
estudiar tenía que dejar barrido
un jardín medianamente grande, crecí a
fuerza de golpes, se me golpeaba
por todo a veces pienso
que golpeándonos era la manera
que mi abuelo se quitaba el estrés,
fue una niñez de mucha violencia y dolor, esa fue
la forma en la que fui
educada, vi muchas injusticias, como
la de un amigo que fue
violado por el mismo tío y recuerdo como se mofaba la
señora que le contó a
mi abuela lo que había sucedido.
Las niñas de doce y trece
años salían embarazadas por familiares o se
escapaban con sus novios para hacer vida en común, horrible, pero nadie
dice nada porque para ellos es lo más
normal que sucede en la vida del
campo, en una ocasión jugaba con la
hija de la patrona, le dije que no quería hacer el papel de la doméstica, y ya no quería jugar
con ella y la patrona me llamó
algo molesta y me preguntó ¿Que
iba a ser cuando fuera grande? Yo le respondí que abogada. La señora soltó una
carcajada y se burló de mi respuesta, y me dijo que su hija tenía más probabilidades de serlo, que lo más seguro es que años después me iría a
trabajar con ella como domestica. Me puse a
llorar solo de imaginarme vestida con
ese traje que usan las muchachas
que trabajan con los ricos. La misma
señora me enseñó a hacer arroz valenciano
y otros platillos y me prepararon
para atender una casa
de gente con dinero, aprendí a tender
las camas en una forma peculiar, hacer buenas
limpiezas y a distinguir
entre preparar una mesa,
para etiqueta francesa y etiqueta
inglesa, pero cuando los patrones
no estaban me iba a jugar
a esa mesa donde se tomaban
el té de la
tarde los domingos, y ensayaba
para cuando fuera grande yo
estaría ahí como
una posible patrona,
y cada vez que sacaba
una mala nota en la escuela,
sentía que me alejaba de
mi deseo de querer se abogada,
y estudiaba mucho
para obtener mejores resultados, no fui
de las mejores alumnas pero
tampoco fui de las malas,
pero en mis metas no estaba ser una mujer condenada a
ser ama de casa y cuidar
un marido golpeador y muchos
niños, y menos ser la domestica de alguien. No quería la
vida que tuvo mi abuela, que era
el espejo más próximo que tuve, Yo
quería leer muchos
libros, el patrón de mi abuelo
llegaba con cajas de libros y
documentos y ordenaba a mi abuelo
que los quemara y mi
abuelo me mandaba a hacerlo, yo
antes de quemarlos, leía así me
enteré de muchas cosas importantes
que estaban sucediendo
en el país, como algunas
reuniones de gente de poder y
las negociaciones que se estaban
dando a causa de una
guerra, jamás he hablado de ello
y hoy de adulta he comprendido lo que leía,
fue así cuando
fui adquiriendo conciencia
de lo que estaba pasando en mi
país, recuerdo que veíamos la
televisión y las noticias eran malas y eso me dolía y me motivaba a esperar
más los documentos
que llevarían la siguiente semana para quemarlos. Yo quería hacer algo
por mi país pero no podía yo tan solo
era una niña, de ahí mi deseo
de prepararme para gobernar el
país se viene fortaleciendo, y suena
más en mi mente, empiezo a querer cargos
de poder en la directiva de
cuarto grado y me
eligieron de secretaria yo estaba
muy enojada, porque quería ser presidente
pero la maestra dijo que
las niñas éramos mejores siendo secretarias, no me gustó pero acepté, yo era
bien llorona y a cada rato me
caía, por eso mi abuelo me pegaba
más duro, Aún así me
gustaba participar en todo lo que fuera ayudar
a otras personas, y me gustaba
cantar en las misas, un día el
presidente Cristiani llego a la misa
de esa escuela y yo
me caí por querer hablar con
él, yo solo quería preguntarle si una mujer
puede ser presidente, pero el señor me dejó hablando sola,
el señor ni se acuerda seguramente, pues para ellos uno no existe, y yo
como todos íbamos a
la misma misa en la escuela, no
los veía tan diferentes solo que
ellos con dinero y yo pobre, pero en las mismas bancas nos sentábamos,
menos mal que mi abuelo no se enteró porque
eso hubiera implicado una golpeada
e hincada en corcholatas, el señor pelón
le decía yo o sea Cristiani me miro
raro y medio se sonrió y se fue para la
isla donde aun tiene
su casa de fines de semana. Recuerdo que el padre Rossy quien daba las
misas en la escuela me regañó por
haber hecho el ridículo,
Pero había una señora amiga del patrón
ella siempre me llevaba
vitaminas y leche, y decía que
yo era especial y que quería
adoptarme pero mi abuelo no dejó
que me llevara, yo si quería irme porque la
señora era muy linda
conmigo, y siempre me preguntaba
de mis sueños de
abogada y me impulsaba a
luchar por ellos y ella
fue la primera a quien le dije que
también quería ser presidente
y ella me dijo
niña estás loca. Pero si no hubieran locos no habrían
tantas cosas buenas en el mundo
y me hizo prometer que siempre lucharía por mis
sueños, me dijo cosas
muy bonitas y me habló de Prudencia Ayala, me
regaló un libro de la
Doncella de Lorens llamada Juana de Arco y yo
leí muchas veces ese libro y me inspiró
a continuar estudiando y
luchar por mis
sueños. El punto de
este breve relato
de mi vida no es para alardear, pero si
para que reflexionemos en que
la sociedad no tiene
porque implantarle un papel a las mujeres, somos nosotras
quienes decidimos ser, y yo
quizá aun no he logrado
ver realizado mi sueño más grande, pero el ver mi pasado me
hace sentir que he avanzado y que estoy
cerca, no permití ser la
sirvienta que mi patrona hubiese querido,
y aunque no soy rica en dinero pero
todos los días intento vivir la vida que me he propuesto soy profesional del
derecho y he logrado plantar mi
sentir con seguridad,
he visto a muchas mujeres ser
esclavas de la sociedad, de
sus maridos, de su familia
incluso y de sus
propio miedos e inseguridades, se
han perdido viviendo la vida de otros menos
las de ellas. Yo al menos
estoy consciente que con
aciertos y equivocaciones he
impuesto mi libertad
de pensar al mundo y así seguirá
siendo, porque no somos
el sexo débil, y no somos las tontas que una sociedad machista ha implantado. Y tenemos la capacidad,
solo tenemos que
encontrarnos a nosotras mismas,
saber lo que queremos, lo importante es
no perder el enfoque y seguir
siempre luchando. El Salvador requiere de hombres y
mujeres honestos y preparados, Pero debe
creer más en las
mujeres, porque a la
fecha nos relega a la ignorancia
y a la falta de oportunidades. Hoy por
hoy nosotras seguimos siendo
invisibles en la vida política
del país, y aunque hay algunas
mujeres en algunos cargos
de poder, ellas no nos están
representando dignamente.