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miércoles, 11 de abril de 2018

Mi niñez, discriminación y sueños por cumplir.



Estamos  marcadas  desde niñas  por  estereotipos  que nos  impiden  ser nosotras mismas. Nos  enseñan a  jugar con muñecas, a usar siempre vestido, a  lavar platos, y  nos  condicionan  a  que la realización de la  vida  de una  mujer consiste  en casarse,  tener hijos cuidar de ellos  y de la  casa,  Crecí  en un  hogar  lleno de carencias, criada  por  mis abuelos maternos, cuidábamos  una quinta  en lago  Coaepeque, trabajábamos  toda  la  familia para ganar un  sueldo pequeño era  pagado  a mi abuelo,  sin embargo  la libertad  la  belleza del lugar  compensaba  todas  esas tristezas,  de  una  mala  nutrición,  hacinamiento para dormir  etc.  Caminaba  tres  kilómetros  para  ir  a la  escuela  y antes  de  irme a  estudiar  tenía que dejar  barrido  un  jardín  medianamente grande, crecí  a  fuerza  de golpes, se me  golpeaba  por  todo a veces  pienso  que  golpeándonos  era la  manera que mi abuelo  se quitaba  el  estrés, fue  una niñez  de mucha violencia y dolor,  esa fue  la  forma  en la que fui  educada,   vi  muchas injusticias,   como la de un  amigo que  fue  violado por el mismo tío y recuerdo como se   mofaba la  señora que  le  contó a  mi  abuela lo que había sucedido. Las niñas  de doce y  trece  años  salían  embarazadas por familiares  o se  escapaban  con sus  novios para hacer vida en  común, horrible, pero  nadie  dice nada porque para  ellos es  lo más  normal que sucede en la vida  del  campo, en  una ocasión  jugaba con la  hija  de la  patrona, le dije que no quería  hacer el papel  de la doméstica,  y ya no quería  jugar  con ella   y la patrona me  llamó  algo molesta  y me preguntó  ¿Que   iba  a ser cuando fuera grande?  Yo le respondí  que abogada. La señora  soltó una  carcajada y se burló  de mi  respuesta, y me dijo  que su hija tenía más probabilidades de serlo,  que lo más seguro  es que   años después  me iría a  trabajar con ella    como  domestica.  Me puse a  llorar  solo  de imaginarme vestida  con  ese traje que usan  las muchachas que trabajan  con los  ricos. La  misma  señora me  enseñó  a hacer arroz  valenciano  y  otros platillos y me prepararon para atender  una  casa  de gente con dinero,  aprendí  a  tender las camas  en una forma peculiar,  hacer buenas  limpiezas y a distinguir  entre  preparar  una mesa,  para etiqueta francesa y etiqueta  inglesa, pero cuando  los patrones no estaban  me iba  a jugar  a  esa mesa donde  se tomaban  el  té de  la  tarde los domingos, y ensayaba  para cuando  fuera  grande yo  estaría  ahí  como  una  posible  patrona,   y cada vez que  sacaba  una mala  nota  en la escuela,  sentía  que me alejaba  de  mi  deseo de querer se abogada, y  estudiaba  mucho  para obtener mejores resultados, no fui  de las mejores alumnas pero  tampoco  fui de las  malas,  pero en  mis metas no  estaba ser una mujer  condenada a   ser ama  de casa y  cuidar  un marido  golpeador y  muchos  niños,  y menos  ser la domestica  de alguien. No  quería la  vida que tuvo  mi abuela,  que era  el espejo más próximo  que tuve, Yo quería  leer  muchos  libros, el patrón de mi abuelo  llegaba  con cajas  de libros y  documentos  y ordenaba a mi abuelo que los  quemara y   mi  abuelo me mandaba  a  hacerlo, yo  antes de  quemarlos, leía  así me  enteré  de muchas cosas importantes que  estaban  sucediendo  en el país, como algunas  reuniones de gente  de poder y las  negociaciones que  se estaban  dando  a  causa de una   guerra, jamás  he hablado de ello y hoy de adulta he  comprendido  lo que leía,   fue  así  cuando  fui  adquiriendo  conciencia  de lo que estaba pasando  en mi país, recuerdo  que veíamos la televisión  y las  noticias eran malas y  eso me dolía y me motivaba a   esperar  más  los  documentos  que llevarían la siguiente semana para quemarlos. Yo quería  hacer algo  por mi país pero no podía yo tan solo  era una  niña, de ahí  mi deseo  de prepararme  para gobernar el país  se viene  fortaleciendo,  y suena  más en mi mente, empiezo a  querer  cargos  de poder  en la directiva  de  cuarto  grado  y  me eligieron de  secretaria yo  estaba  muy enojada, porque  quería  ser presidente  pero la maestra  dijo  que  las  niñas  éramos mejores siendo  secretarias, no me  gustó pero acepté, yo  era  bien  llorona y  a cada rato me  caía, por eso  mi abuelo me pegaba más duro,  Aún  así me  gustaba participar  en  todo lo que fuera  ayudar  a otras personas, y me gustaba  cantar  en las misas, un día el presidente Cristiani  llego a  la misa  de  esa  escuela y yo  me caí  por querer   hablar con  él, yo  solo quería preguntarle  si una mujer  puede ser presidente, pero el señor  me dejó hablando  sola,  el   señor ni  se acuerda seguramente, pues para ellos  uno no existe,   y yo  como  todos  íbamos a  la misma misa  en la escuela, no los veía tan diferentes  solo que ellos  con dinero  y yo pobre, pero en las mismas bancas nos sentábamos, menos mal que mi abuelo no se enteró porque  eso hubiera implicado una  golpeada e hincada  en  corcholatas, el  señor  pelón  le decía  yo  o sea Cristiani  me miro  raro  y medio se  sonrió y se fue  para la  isla  donde  aun tiene  su  casa de  fines de semana. Recuerdo  que el padre Rossy quien  daba las  misas en la  escuela me regañó por haber  hecho  el ridículo,  Pero había  una señora amiga  del patrón  ella siempre me llevaba  vitaminas  y leche,  y decía que  yo era  especial  y que quería  adoptarme  pero mi abuelo  no  dejó que me llevara,  yo si quería  irme  porque la  señora  era muy linda conmigo,  y siempre  me preguntaba  de mis  sueños  de  abogada y  me impulsaba a luchar  por ellos y  ella  fue la primera  a quien le  dije que  también quería ser presidente  y  ella  me dijo  niña  estás loca. Pero si no  hubieran locos no  habrían  tantas  cosas buenas en el  mundo  y me  hizo prometer que  siempre lucharía  por mis  sueños,  me dijo   cosas  muy  bonitas  y me habló de Prudencia Ayala,  me  regaló  un libro  de  la Doncella  de Lorens   llamada Juana de Arco  y yo  leí muchas  veces ese libro  y me inspiró  a  continuar  estudiando y  luchar  por  mis  sueños. El  punto  de  este  breve  relato  de mi vida  no  es para alardear,  pero si  para  que reflexionemos  en que  la  sociedad  no tiene  porque  implantarle  un papel a las mujeres, somos nosotras quienes  decidimos  ser, y yo  quizá  aun no  he logrado   ver  realizado mi  sueño más grande,  pero el ver mi pasado  me  hace  sentir que  he avanzado y que  estoy  cerca, no permití  ser la sirvienta que mi patrona  hubiese querido, y  aunque no soy rica en dinero  pero  todos  los días  intento vivir la vida  que me he propuesto  soy profesional  del  derecho y he logrado  plantar mi sentir  con  seguridad,   he visto  a muchas mujeres ser esclavas  de la  sociedad, de   sus maridos,  de  su familia  incluso  y   de sus  propio miedos  e inseguridades, se han perdido  viviendo la vida de otros menos las  de ellas. Yo  al menos  estoy consciente   que con aciertos  y equivocaciones  he  impuesto  mi  libertad  de pensar  al mundo  y  así  seguirá  siendo, porque  no  somos  el sexo débil,  y no  somos las tontas que una  sociedad machista  ha implantado. Y tenemos la  capacidad,  solo  tenemos  que  encontrarnos a  nosotras mismas, saber lo que queremos, lo importante  es no perder el  enfoque y  seguir  siempre luchando. El Salvador requiere  de hombres y  mujeres  honestos y  preparados, Pero  debe  creer  más  en  las mujeres, porque  a  la  fecha nos  relega a la  ignorancia  y a  la  falta de oportunidades. Hoy  por  hoy  nosotras seguimos  siendo  invisibles  en la  vida política  del país, y aunque  hay algunas mujeres  en algunos  cargos  de poder, ellas  no  nos  están representando  dignamente.

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